António Costa, el socialista incombustible

Lisboa, 26 ene (EFE).- António Costa ha sido todo, o casi todo, en política. Ahora, este socialista portugués incombustible, reconocido como hábil negociador, pragmático y temperamental, enfrenta uno de los momentos más difíciles en su larga carrera.
«No somos milagreros, somos un Gobierno responsable», prometía en 2019. Entonces, logró una victoria agridulce que le dejó al borde de la mayoría absoluta. Dos años después, un Portugal dividido vuelve a las urnas y Costa se juega todo.
Desde que se estrenó en política en el ayuntamiento de Lisboa, en 1982, con sólo 21 años, han sido muchas las crisis que ha sorteado. Su círculo más próximo no duda de su audacia para crecerse en tiempos difíciles, pero empieza a sonar la palabra «cansancio».
Hincha del Benfica, agnóstico, casado y padre de dos hijos, António Costa es, gane o pierda las elecciones del próximo domingo, uno de los políticos más carismáticos de la democracia portuguesa.
APRENDIZ DE PERRY MASON
António Luís Santos da Costa (Lisboa, 1961) tuvo las cosas claras desde muy pronto. A los 14 años pegaba carteles del Partido Socialista en la calle y se decidió a estudiar Derecho para ser como Perry Mason, el abogado de las novelas policíacas de Erle Stanley Gardner.
Hijo de un escritor y militante comunista originario de la excolonia lusa de Goa (India) y de una periodista y activa sindicalista, a los diez años, con el pseudónimo de «Babuch» («niño» en dialecto goense), escribía críticas de televisión para una revista.
Costa, bromean sus colaboradores, «bebió la política en la leche materna».
Marcelo Rebelo de Sousa (derecha), presidente de Portugal, fue su profesor en la universidad; se estrenó como abogado en el despacho del expresidente Jorge Sampaio y fue apadrinado por los grandes del socialismo portugués, desde António Guterres a Mário Soares o José Sócrates.
En 1993, se lanzó a la alcaldía de Loures -feudo comunista, en el cinturón rojo de la capital- y organizó una inverosímil carrera entre un burro y un Ferrari para denunciar los problemas de movilidad. Ganó el burro. Costa perdió, pero logró popularidad dentro y fuera del partido.
De su audacia y tenacidad hay sobradas pruebas. En 2000, siendo ministro de Justicia en el Gobierno de su amigo Guterres, dimitió por sorpresa tras un encontronazo con un compañero. El primer ministro tuvo que mandar un chófer con un teléfono para conseguir que le respondiera. La jugada le salió bien. Su adversario «dimitió» y Costa se fortaleció.
Cuando se enfada, admiten en privado sus colaboradores, levanta la voz y puede dar golpes en la mesa. Pero sabe negociar, dicen.
LAS GERINGONÇAS
Tras un breve paso por la vicepresidencia del Parlamento Europeo, regresó como número dos de Sócrates, el único que ha logrado una mayoría absoluta para el Partido Socialista (PS) que terminó empañada por escándalos de corrupción.
Su «asalto a los cielos» comenzó en 2007. Recuperó Lisboa para los socialistas, aunque tuvo que pactar con la izquierda en una premonitoria «geringonça», antes de que dos mayorías absolutas en la capital (2009 y 2013) catapultaran su liderazgo en el PS.
Sus adversarios le acusan precisamente de ser un hombre «de Lisboa», centrado en la burocracia y desconectado del Portugal «real».
La experiencia le sirvió, y mucho, en 2015, para cerrar la alianza con el Bloque de Izquierda y los comunistas en un Portugal ahogado por la crisis y la austeridad impuesta por la troika.
El «matrimonio» duró poco. En 2019, Costa aceleraba el «divorcio» arriesgándose a gobernar en minoría.
El líder socialista sueña con la mayoría absoluta, pero las cuentas no le salen. Presionado por las encuestas, ahora tiende de nuevo puentes con la izquierda.
«Es perspicaz y práctico», explica a Efe Diogo Torres, autor del libro «Marcelo y Costa».
Un pragmatismo que le permitió, por ejemplo, movilizar al ejército para frenar una huelga al frente de un Gobierno apoyado por los comunistas.
NUNCA SERÉ PRESIDENTE
Antes de que se quebrara la legislatura, Costa tenía otros planes. Los rumores le ubicaban en Bruselas en 2023. Ahora, asegura que «no dará la espalda» a sus electores y niega tener un Plan B.
¿Está cansado Costa? Después de seis años de Gobierno acusa el desgaste, sostiene a Efe el analista António Costa Pinto.
«Costa no quiere continuar como primer ministro con los resultados que presentan los sondeos. Está emparedado entre el deseo imposible de la mayoría absoluta y la realidad insoportable de vencer por poco», opina el columnista João Miguel Tavares en el diario Público.
Admirador del británico Winston Churchill y del ruso Mijaíl Gorbachov, al líder socialista solo le falta un cargo en su currículum: la Presidencia portuguesa.
¿Se ve como presidente? Le preguntaron en una reciente entrevista. «No, tengo la certeza de que es un cargo que nunca ejerceré».
Mar Marín