España es el país de la Unión Europea que más ha recortado el gasto público en I+D por habitante en la última década
Invertir en investigación y desarrollo no es una prioridad para España. O al menos así lo parece si se observan los datos de gasto público en I+D de los distintos países de la Unión Europea en 2020 hechos públicos por Eurostat este miércoles. Las cifras sitúan a España por debajo de la media comunitaria en el desembolso por habitante en esta partida y reflejan una década en la que la inversión se redujo en el país como en ningún otro de los Veintisiete.
Según los datos de Eurostat, España pasó de destinar 178,7 euros por habitante de dinero público a I+D en 2010 a 144,2 el año pasado, una reducción de 34,5 euros que no tiene parangón entre sus vecinos. Portugal, que disminuyó el gasto en 20,7 euros por persona en la década pasada, Francia (17,6 €), Finlandia (13,3 €), Irlanda (6,2) y Rumanía (2,6) son las únicas naciones del club comunitario que recortaron en esta partida en la última década, un gasto que de media se incrementó en 41,2 euros por habitante en la UE. Por contra, en el lado del espectro de los que más invierten aparecen Luxemburgo, que en estos diez últimos años ha incrementado la inversión pública en 213,7 euros por habitante, Alemania (161,8), Austria (97,8) o Grecia (86,5).
En términos relativos, España ha reducido el gasto un 19,3% en la última década, un porcentaje que solo es mayor en Portugal, que con un recorte del 22,5% en diez años es quien más se ha ahorrado en esta partida. Por contra, Letonia, que ha triplicado la inversión en este mismo periodo de tiempo y Grecia, que la ha impulsado un 140,7%, fueron quienes más crecieron.
Para entender los motivos de los recortes hay que retrotraerse a la crisis económica de 2008. Antes de la gran recesión España había incrementado su inversión pública en I+D un 78% entre 2004 y 2009 hasta alcanzar un máximo de 188,1 euros por persona.
Sin embargo, el estallido de la crisis provocó que el gasto se redujera drásticamente durante cuatro años consecutivos hasta alcanzar un suelo de 121,6 euros en 2013. En los siguientes cuatro años se mantuvo por debajo de los 130 euros y a partir de 2017 volvió a encadenar ascensos, pero nunca recuperó el nivel previo a la crisis.
Con todo ello, el Estado invirtió un total de 6.827 millones de euros en I+D el año pasado, una cifra que solo superaron Alemania, que se dejó 36.857 millones, Francia, con 15.847 millones e Italia, que invirtió 10.444 millones, pero que es modesta en relación al tamaño de su población.
En total, los países que forman la UE invirtieron 100.786 millones en esta partida el año pasado, lo que representa el 0,8% del PIB comunitario. Alemania, Dinamarca y Grecia (en torno al 1%) fueron los países que mayor porcentaje de gasto público en relación con su PIB realizaron. En este aspecto España volvió a caer de nuevo a los escalafones más bajos de la UE, con solo un 0,6% de gasto dedicado a I+D en relación al tamaño de su economía. Eslovenia, Chipre, Polonia y Eslovaquia fueron los únicos países que destinaron menos que España.
Los fondos europeos para la recuperación pueden ser el escenario propicio para potenciar unas cifras de gasto en innovación que están todavía muy lejos de los objetivos de la UE y de las recomendaciones de organismos internacionales.
En un informe sobre el estado de la economía europea publicado por la OCDE la semana pasada, esta entidad apuntaba que «la UE debería revertir su declive en innovación y mejorar las sinergias entre países» de cara a la recuperación.
«Para explotar el potencial en innovación de las transiciones verde y digital es fundamental perseguir iniciativas que combinen fondos privados y públicos en proyectos de I+D e industriales colaborativos entre países», recomendaban a las instituciones europeas a quienes pedían, además, que se tomasen la innovación como que «una prioridad para facilitar la convergencia» entre regiones pobres y ricas. La OCDE considera que invertir más en esta partida es clave para alcanzar la neutralidad climática y muy importante para acelerar la descarbonización de la economía, para la que hará falta innovar más en aspectos como el desarrollo de baterías e hidrógeno limpio.
Según los últimos datos de Eurostat correspondientes a 2019, la UE invierte menos innovación que competidores como China, Estados Unidos o Japón. En concreto cifran en el 2,2% del PIB el gasto total en I+D (público y privado), un dato que queda todavía lejos del objetivo del 3% para 2020 que los países fijaron en 2010. Solo Suecia (3,4%), Austria (3,2%) y Alemania (3,2%) cumplían con esa meta. España destinó solo el 1,25% del PIB de 2019 a este apartado, de nuevo, una de las cifras más bajas del Viejo Continente.