«Estafadores» y «marginados», las falsas víctimas de los atentados de París
Los atentados yihadistas del 13 de noviembre de 2015 en París dejaron muertos, heridos y desconsolados familiares, pero también «falsas víctimas», entre «estafadores» y «marginados» que intentaron obtener, en ocasiones con éxito, una indemnización.
El Fondo de Garantía de las Víctimas del Terrorismo y otras Infracciones (FGTI) apoyó a más de 6.300 víctimas desde 2015, entre ellas casi 2.700 afectadas por los ataques de París de noviembre.
Por su lado, la justicia condenó desde 2015 a 21 falsas víctimas, entre ellas 16 en relación con estos atentados.
Uno de los casos más emblemáticos es el de Florence M., de 49 años, que fue juzgada en marzo de 2018 en presencia de una decena de supervivientes de los atentados que dejaron 130 muertos y cientos de heridos.
Todos son miembros de la asociación de víctimas Life for Paris, donde esta mujer, conocida como «Flo», trabajó durante dos años y se convirtió en «indispensable» antes de que se destaparan sus mentiras.
Desde el banquillo de los acusados, Florence M. se disculpó con las víctimas, pero sin mirarlas.
Otras quince personas han sido condenadas por estafa o intento de fraude, un «escandaloso comportamiento» pero «marginal», según el FGTI.
– «Espiral de mentiras» –
Florence M. obtuvo 25.000 euros (casi 30.00 dólares) del Fondo, al inventarse una noche de terror en el Bataclan a partir de los testimonios de víctimas reales recabados por la asociación y gracias a la falsificación de las entradas del concierto atacado.
No era su primer intento. Cuando acudió a la comisaría para presentarse como víctima, llevaba una tobillera electrónica por una condena precedente a cuatro años de prisión por fraude y a un seguimiento médico obligatorio.
También se ordenó este seguimiento a Cédric R. y a Jean-Luc B., de 29 años, quienes también se unieron a la asociación de víctimas y reconocieron ante los tribunales «la espiral de mentiras», fruto de «un malestar general», según el segundo.
Este malestar no impidió a Jean-Luc B. contactar hasta en 12 ocasiones al FGTI para obtener 77.000 euros (91.400 dólares) y viajar a Londres o a Dubái, apuntó el tribunal.
Alexandra D., una treintañera, se convirtió en portavoz de las «terrazas» atacadas y su imagen, con un tocado de flores en la cabeza, apareció en varios medios, entre ellos la AFP.
Sin embargo, esta clienta asidua del café Le Carillon, que había previsto ir el día de los atentados, acabó confesando a finales de 2018 durante su proceso en París que no estaba allí.
Su cicatriz en un brazo, provocada por un accidente de kitesurf, se había convertido en una herida de bala. La joven explicó a los policías que se quedó «paralizada» bajo el cuerpo de un «amigo» e identificó incluso a uno de los autores del ataque en fotos.
Alexandra se benefició de un curso terapéutico y contactó en varias ocasiones con el FGTI para obtener una mayor indemnización, 20.000 euros (23.700 dólares) en total.
– «Sólo el dinero» –
«Lo último que queremos es ser víctimas», dice Arthur Dénouveaux, presidente de Life for Paris. «Que la gente vaya por ese camino voluntariamente, (…) es desgarrador e incomprensible».
Pero «con el tiempo», las verdaderas víctimas han visto el «problema» psicológico de estas personas «marginadas», «sin amigos», que viven «en casa de su madre» como Florence M. y que encontraron refugio en una comunidad marcada por la «bondad absoluta», agrega.
«No son sólo tarados ni tampoco sólo estafadores», subraya.
Aunque también los hay. Un pareja de franceses recibió 60.000 euros (71.200 dólares) al presentarse como víctimas del ataque en los alrededores del Estadio de Francia.
Pero fueron desenmascarados cuando presentaron otra demanda, en esta ocasión, por el atentado de Niza del 14 de julio de 2016, que dejó 86 muertos, además del yihadista.
También había otra familia de «aprovechados» con un único objetivo: «el dinero y sólo el dinero», según el tribunal que los condenó en 2018. La madre y dos hijos acabaron en prisión.
Más extraño es el caso de Serge D., una verdadera víctima de un atentado en 1995 en una estación de tren de cercanías en París, que hizo creer que cenó en el restaurante atacado Petit Cambodge.
Una mentira vinculada al sentimiento de soledad y a la falta de atención médica después de 1995, aseguró ante el tribunal.
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