La dolorosa transición ecológica en una central de carbón en Francia

Hace tres años, el gobierno francés anunció el cierre de sus últimas centrales de carbón para proteger el medio ambiente. Pero en Gardanne, una antigua ciudad minera del sur de Francia, la reconversión de la planta no acaba de convencer a su personal.

«Luchamos por el empleo. La central vivirá», advierte una inmensa pancarta desplegada por los empleados a la entrada de este emblemático sitio con sus dos torres de refrigeración y su chimenea de 297 metros, la más alta de Francia.

Menos dependiente del carbón que China, India o Bulgaria, Francia, que apuesta por la energía nuclear, decidió cerrar sus cuatro últimas centrales térmicas de carbón. Esta contaminante energía fósil es uno de los temas clave de la COP26.

Los cierres deben tener lugar para 2022, salvo el de la central de Cordemais (oeste), cuya actividad se prolongó hasta 2024. El objetivo es intentar alcanzar la «neutralidad de carbono» para 2050.

Pero la transición tiene un coste social. Según el ministerio de Medio Ambiente, más de 1.400 empleos directos e indirectos se ven afectados, entre ellos 220 en Gardanne.

El puerto de Marsella/Fos-sur-Mer, donde llega el carbón importado, también se verá afectado.

«Si la transición ecológica rima con desempleo masivo, ¿de qué sirve?», asegura Nadir Hadjali, secretario general del sindicato CGT en esta central de carbón construida en los años 1950.

En esta ciudad de 20.000 habitantes, que todavía recuerda el cierre de las minas de lignito en 2003, la unidad de carbón dejó de funcionar en 2018.

Y las oenegés ecologistas ya han criticado la central de biomasa alimentada con madera que debe remplazar la de carbón. Solo ha estado en funcionamiento un mes por conflictos laborales.

El 12 de octubre, unas 80 personas encapuchadas «ocuparon» la planta, según la dirección.

La CGT rechaza las acusaciones y anunció haber puesto «bajo protección» esta planta clasificada como eventualmente peligrosa y cuya seguridad no  estaría garantizada desde la supresión de 98 puestos de 154.

– ¿Qué transición? –

El propietario del sitio GazelEnergie, filial del grupo EPH del checo Daniel Kretinsky, presentó en septiembre «Hynovera», un proyecto que se basa en la producción de hidrógeno verde y de combustible de síntesis sostenible que permitiría la creación de 50 empleos, pero sin precisar el calendario.

Apoyado por el Estado y por algunos políticos locales, el proyecto que necesita una inversión de 400 millones de euros (unos 463 millones de dólares) completaría la actividad de la nueva unidad de biomasa.

«No estamos contra este proyecto o contra cualquier otro, pero queremos la certeza de que los empleados contratados serán los de la central», advierte Nadir Hadjali, trabajador desde hace 22 años en la planta.

Los trabajadores proponen por su parte desplegar una unidad de gasificación de metano y de hidrógeno que garantice el mantenimiento de los puestos de trabajo internos. El costo del proyecto, desarrollado en dos años, sería de 100 millones de euros, en su opinión.

«Esta reconversión no tendrá lugar bajo ninguna de estas formas», estima sin embargo el diputado de la zona, François-Michel Lambert.

«La biomasa ya no responde a día de hoy a las normas de contaminación atmosférica que acaba de endurecer la Organización Mundial de la Salud y sobre el hidrógeno verde, Total ya lo hace» en la región, apunta.

Respecto al proyecto de los empleados, Lambert lo considera «una huida hacia adelante que no ha cristalizado en ningún empresario y en la que el Estado no quiere aportar dinero».

– «Agotados psicológicamente» –

«Agotados psicológicamente por la incertidumbre» sobre el futuro poscarbón de la central, algunos empleados se marcharon.

Uno de ellos, que prefiere conservar el anonimato, explica a la AFP que encontró un empleo en el sector de la energía verde, pero que ahora debe consumir más combustible para ir al trabajo, situado a 25 kilómetros.

Para el diputado centrista, la reconversión debería responder a las necesidades de una zona en la que falta transporte público y 16.500 viviendas sociales, que podrían construirse, en su opinión, en parte de la antigua planta.

«Para encontrar un lugar donde vivir, se necesita primero un trabajo», responde Nadir Hadjali. El gobierno anunció el cierre de la central «sin pensar en lo que pasaría después», lamenta.

Varios países europeos, entre ellos Alemania, se comprometieron a cerrar sus centrales térmicas de carbón para responder al objetivo de reducir en un 55% las emisiones de gases de efecto invernadero en la Unión Europea (UE) para 2030, respecto a 1990.

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