Stalingrado: el final de la sangrienta batalla y el mariscal nazi que contradijo a Hitler, no quiso suicidarse y se rindió

La batalla de Stalingrado fue decisiva en la Segunda Guerra Mundial entre las tropas de Hitler y el Ejército Rojo, desde el 23 de agosto de 1942 hasta el 2 de enero de 1943 (Laski Diffusion/Getty Images)
La batalla de Stalingrado fue decisiva en la Segunda Guerra Mundial entre las tropas de Hitler y el Ejército Rojo, desde el 23 de agosto de 1942 hasta el 2 de enero de 1943 (Laski Diffusion/Getty Images)

“Todo estaba en llamas. La orilla del río estaba cubierta de peces muertos que se mezclaban con cabezas humanas, brazos, piernas, todo en la playa. Eran los restos de las personas que estaban siendo evacuadas a través del Volga, cuando fueron bombardeados”, contó cuando ya peinaba canas el soldado del Ejército Rojo Konstanin Duvanov, que peleó en la defensa de Stalingrado con menos de veinte años.

“Hasta el último momento, la mayoría de los oficiales seguía esperando que llegara ayuda desde el exterior. La falta de víveres, hombres y proyectiles de artillería hizo que fuera físicamente imposible seguir luchando. Estábamos muertos de hambre y la mayoría habíamos sufrido daños por congelación. Lo que un hombre puede soportar tiene un límite, y nosotros llegamos a ese límite. Nos rendimos”, recordó años después el teniente alemán Herrmann Strotmann.

Fueron 174 días de lucha sin cuartel, que dejaron un saldo de alrededor de 800.000 bajas del lado del VI Ejército del Reich y más de 1.200.000 entre soldados del Ejército Rojo y la población civil (Laski Diffusion/Getty Images)
Fueron 174 días de lucha sin cuartel, que dejaron un saldo de alrededor de 800.000 bajas del lado del VI Ejército del Reich y más de 1.200.000 entre soldados del Ejército Rojo y la población civil (Laski Diffusion/Getty Images)

Los relatos de los soldados que lucharon de uno y otro lado en la batalla de Stalingrado están atravesados por el horror. Sus testimonios, muchas veces, se leen como fotografías que congelan un momento interminable. Hay escenas de heroísmo, pero las que mandan muestran el hambre, el terror, la desolación y la omnipresencia de la muerte en uno de los enfrentamientos decisivos de la Segunda Guerra Mundial, que terminó con la rendición de las tropas alemanas del VI Ejército el 2 de febrero de 1943.

Fueron 174 días de lucha sin cuartel, entre el 23 de agosto de 1942 y el día de la rendición alemana, que dejaron un saldo de alrededor de 800.000 bajas del lado del VI Ejército del Reich -apoyado por tropas italianas, rumanas, croatas y húngaras– y más de 1.200.000 entre soldados del Ejército Rojo y la población civil de la ciudad. Los heridos se calculan en más de un millón.

Stalingrado también fue un punto de inflexión en la Segunda Guerra Mundial, ya que frenó la ofensiva del Tercer Reich en territorio soviético y debilitó las fuerzas del Eje. A partir de entonces el Ejército Rojo infligió derrota tras derrota a los alemanes y los empujó fuera de las fronteras.

La Operación Barbarroja

La Alemania nazi de Adolf Hitler y la Unión Soviética de Iósif Stalin habían firmado un pacto de no agresión –por un período de diez años– el 23 de agosto de 1939. Stalin necesitaba tiempo, y Hitler tranquilidad en el Este para poder llevar adelante su ofensiva europea.

La promesa de paz hecha por Hitler duró menos de dos años, hasta el domingo 22 de junio de 1941 cuando lanzó la Operación Barbarroja e invadió la Unión Soviética con el objetivo ideológico de derrotar al enemigo comunista, conseguir mano de obra esclava para la guerra y apoderarse de los recursos petroleros y agrícolas del territorio soviético.

Para lograrlo, el ejército alemán puso en movimiento a 3 millones de soldados, 1.200 aviones, 3.500 vehículos blindados y 7.400 piezas de artillería, la mayor maquinaria bélica que hasta aquella fecha había contemplado la historia.

El mariscal Georgy Zhukov, comandante de las tropas soviéticas (PhotoQuest/Getty Images)
El mariscal Georgy Zhukov, comandante de las tropas soviéticas (PhotoQuest/Getty Images)

Pero lo que Hitler había planificado como una nueva “ofensiva relámpago”, ahora sobre el Este, pronto se estancó hasta convertirse en una difícil guerra de desgaste, con muchas dificultades de abastecimiento para los alemanes, debido a que en su retroceso las tropas soviéticas aplicaron una política de “tierra calcinada” que no des dejaba nada para sostenerse.

Para diciembre de 1941, los alemanes habían llegado a las afueras de Moscú, pero no pudieron doblegar las defensas de la ciudad. El contrataque soviético, dirigido por el mariscal Gueorgui Konstantínovich Zhúkov, los obligó a retroceder.

Objetivo: Stalingrado

Luego del fracaso de Barbarroja, Hitler decidió lanzar una nueva operación, esta vez con el nombre de Blau (Azul) con el objetivo de tomar Stalingrado (la actual ciudad rusa de Volgogrado).

En abril de 1942 inició una ofensiva a gran escala –al mando del comandante Friedrich von Paulus– que buscaba destruir las fuerzas del Ejército Rojo en el sur de Rusia, capturar Rostov y la región del bajo río Don, y penetrar profundamente en el Cáucaso para hacerse con los campos petrolíferos al norte y al sur de la cordillera, además de cortar el corredor de suministros que los aliados hacían llegar a la Unión Soviética.

Luego del fracaso de la Operación Barbarroja, Hitler decidió lanzar una nueva operación, esta vez con el nombre de Blau (Azul) con el objetivo de tomar Stalingrado  (Laski Diffusion/Getty Images)
Luego del fracaso de la Operación Barbarroja, Hitler decidió lanzar una nueva operación, esta vez con el nombre de Blau (Azul) con el objetivo de tomar Stalingrado (Laski Diffusion/Getty Images)

Los alemanes planificaron la acción en tres fases: primero, una acometida al este, hacia el Don, con una progresión hacia el sudeste siguiendo la margen meridional del río; después, un avance doble hacia el gran meandro del Don, al oeste de Stalingrado, y la región de Rostov; y, finalmente, llegar a los estratégicos campos petrolíferos del Cáucaso.

Al principio, el avance nazi fue un éxito y, para el 23 de agosto, las tropas del VI Ejército y de la IV división Panzer ya estaban en las afueras de la ciudad.

Ese día comenzó el sitio de Stalingrado.

Ataque y estancamiento

Hitler le ordenó a von Paulus que capturara rápidamente la ciudad, rodeándola por el norte y el sur, para avanzar con ataques blindados. Por su parte, Stalin ordenó al mariscal Zhúkov defender Stalingrado “hasta el último hombre”.

El ataque alemán se inició con bombardeos terrestres y aéreos que destruyeron gran parte de las fábricas de Stalingrado. Los primeros tanques alemanes entraron en la ciudad el 1 de septiembre. Pero los soviéticos no se dieron por vencidos y se comenzó a pelear barrio por barrio, casa por casa, cuerpo a cuerpo.

Larga marcha de prisioneros de guerra rumanos de la batalla de Stalingrado (Serge Plantureux/Corbis via Getty Images)
Larga marcha de prisioneros de guerra rumanos de la batalla de Stalingrado (Serge Plantureux/Corbis via Getty Images)

A mediados de septiembre los alemanes llegaron al centro urbano, a pocas cuadras del embarcadero sobre el río Volga. Pero los soviéticos contraatacaron con baterías de cohetes instaladas sobre camiones de transporte y enviando sobre los alemanes miles y miles de soldados novatos llegados desde la retaguardia.

Las tropas soviéticas resistían en los suburbios, metro a metro, esperando el refuerzo de dos ejércitos que marchaban desde el sur. Las tropas frescas llegaron antes de que los alemanes pudieran quebrantar la resistencia. Entonces, el ejército Rojo contragolpeó.

“Los contragolpes llevados a cabo desde la región de Kotluban a finales de agosto y septiembre sobre el norte de la ciudad desbarataron el plan del Sexto Ejército de conquistar rápidamente el distrito fabril con una súbita embestida Panzer y arrastraron al ejército del general Paulus a enfangarse en una fragmentada batalla, bloque por bloque, fábrica por fábrica, casa por casa, por aplastar las defensas del 62.º Ejército del general Chuikov”, explica el coronel David M. Glantz, autor de la Tetralogía de Stalingrado y uno de los mayores expertos en la batalla.

Testimonios de la defensa

Durante los meses siguientes, atacantes y defensores se disputaron la ciudad metro a metro. Los soviéticos apelaron también a francotiradores para detener los avances de las tropas nazis.

Entre los soldados soviéticos estaba Vassiliy Zaitsev (izquierda de la imagen), quien como francotirador mató 224 alemanes (Photo by Apic/Getty Images)
Entre los soldados soviéticos estaba Vassiliy Zaitsev (izquierda de la imagen), quien como francotirador mató 224 alemanes (Photo by Apic/Getty Images)

El más famoso de ellos, con 224 alemanes abatidos en su haber, fue Vasili Záitsev, de la división de Batiuk. “Vi cómo los alemanes sacaban a rastras a una mujer para violarla, sin duda. ¿Cómo no te afecta eso cuando no podés hacer nada por salvarla? Estás en la línea del frente. No tenés suficientes hombres. Si salís corriendo a ayudarla te van a masacrar, sería un desastre. Y otras veces ves a chicas, jóvenes o niños colgados de los árboles en el parque. ¿Te afecta? Te causa un tremendo impacto. Por eso cada soldado, incluido yo mismo, está pensando únicamente en cómo obligarles a pagar más caro su pellejo, en cómo matar todavía más alemanes. En cómo hacerles aún más daño. Yo lo logré como francotirador”, recordó años después de la guerra.

El comando efectivo de la defensa en la ciudad estaba a cargo del general Vasili Chuikov, famoso entre sus hombres porque nunca se tiraba cuerpo a tierra cuando caían las bombas alemanas. “Mi orgullo no me lo permitía. Me hubiera comportado de una forma completamente diferente de haber estado solo, pero nunca estaba solo. Un comandante ve morir a miles de hombres, pero eso no debe afectarlo. Puede llorar cuando está a solas, pero sino tiene que permanecer de pie como una roca”, dijo para explicar su conducta.

El comando efectivo de la defensa en la ciudad estaba a cargo del general Vasili Chuikov, famoso entre sus hombres porque nunca se tiraba cuerpo a tierra cuando caían las bombas alemanas (CORBIS/Corbis via Getty Images)
El comando efectivo de la defensa en la ciudad estaba a cargo del general Vasili Chuikov, famoso entre sus hombres porque nunca se tiraba cuerpo a tierra cuando caían las bombas alemanas (CORBIS/Corbis via Getty Images)

Valentina Savelyeva tenía cinco años durante la batalla de Stalingrado. A los 80, en el 75° aniversario del sitio, todavía tenía grabadas las imágenes del espanto. “Cuando cierro los ojos, puedo ver el Volga en llamas por el petróleo derramado. Cavamos agujeros en la arcilla para vivir. No trincheras, sino agujeros, como los animales. Pronto hubo fuertes enfrentamientos en el interior del barranco, con tanques alemanes que se movían de arriba a abajo, mientras los soviéticos lanzaban bombas sobre ellos, y por lo tanto sobre nosotros. Todo estaba en llamas y oíamos rugir los aviones. No había comida, sólo barro, que pasó a ser ligeramente dulce. Comíamos barro y nada más que barro, y bebíamos agua del Volga”, recordó.

“Estaba permitido morir pero no retirarse, no podíamos rendirnos porque defendíamos el honor de la Unión Soviética”, relató un soldado (Laski Diffusion/Getty Images)
“Estaba permitido morir pero no retirarse, no podíamos rendirnos porque defendíamos el honor de la Unión Soviética”, relató un soldado (Laski Diffusion/Getty Images)

Soldado raso del Ejército Rojo durante el sitio, en ese mismo aniversario Alexander Parjomenko no tuvo reparos en contar su terror. “Estaba permitido morir pero no retirarse, no podíamos rendirnos porque defendíamos el honor de la Unión Soviética. Otros eran valientes, pero yo no. Vivía aterrorizado. Yo era un cobarde de pies a cabeza, pero entonces no lo sabía”, relató.

La contraofensiva

La suerte de Stalingrado también se jugaba en otras batallas. En el Cáucaso, otras divisiones del Ejército Rojo detuvieron el avance el avance de los alemanes en las cercanías de la ciudad de Grozni y en las montañas del Alto Cáucaso. La situación de los alemanes se complicó aún más en noviembre, cuando los soviéticos iniciaron una contraofensiva en Stalingrado, lo que obligó a Hitler a transferir fuerzas desde el Cáucaso hacia la ciudad sitiada.

STALINGRAD, SOVIET UNION - 1943: Battle of Stalingrad, one of major and strategically decisive battles of World War II, during which Nazi Germany forces fought the Soviet Union for control of Soviet city of Stalingrad from August 23, 1942 till February 2, 1943. (Photo by Laski Diffusion/Getty Images)
STALINGRAD, SOVIET UNION – 1943: Battle of Stalingrad, one of major and strategically decisive battles of World War II, during which Nazi Germany forces fought the Soviet Union for control of Soviet city of Stalingrad from August 23, 1942 till February 2, 1943. (Photo by Laski Diffusion/Getty Images)

“Esa sangría de hombres y tanques hizo que las fuerzas en el Cáucaso pasaran primero a la defensiva y después tuvieran que retirarse”, explica el coronel Glantz.

En la ciudad, mientras tanto, los alemanes frenaban los contraataques soviéticos y volvían a avanzar, pero se fueron quedando sin municiones ni abastecimientos de comida y combustible.

Los alemanes quedaron encerrados dentro de Stalingrado sin suministros por las duras condiciones climáticas. Los soldados, agotados, comenzaron a morir por inanición y por congelamiento (waralbum.ru)
Los alemanes quedaron encerrados dentro de Stalingrado sin suministros por las duras condiciones climáticas. Los soldados, agotados, comenzaron a morir por inanición y por congelamiento (waralbum.ru)

En diciembre, cuando llegó el invierno, el ejército Rojo los atacó desde el norte y desde el sur, acorralando a las fuerzas del Eje. Viéndose cercadas, las tropas rumanas y húngaras huyeron hacia el oeste.

Los alemanes quedaron encerrados dentro de Stalingrado sin suministros por las duras condiciones climáticas. Los soldados, agotados, comenzaron a morir por inanición y por congelamiento.

La batalla de Stalingrado estaba definida, pero Hitler no quería oír hablar de rendición.

La rendición alemana

A fines de enero, el comandante del VI ejército, Friedrich Wilhelm von Paulus, pidió autorización para iniciar negociaciones con el Ejército Rojo. Como respuesta, Hitler lo ascendió a mariscal del Reich el último día del mes.

Junto con el ascenso, el füher le recordó a von Paulus que a lo largo de la historia ningún mariscal alemán se había rendido. En otras palabras, le sugería que antes de negociar con los soviéticos, se suicidara.

El mariscal Friedrich Von Paulus no escuchó las sugerencia de Hitler de suicidarse antes que rendirse. Y firmó la capitulación frente a las tropas soviéticas (Georges DeKeerle/Sygma via Getty Images)
El mariscal Friedrich Von Paulus no escuchó las sugerencia de Hitler de suicidarse antes que rendirse. Y firmó la capitulación frente a las tropas soviéticas (Georges DeKeerle/Sygma via Getty Images)

Derrotado por la contraofensiva del Ejército Rojo, pero también por la falta de alimentos y el frío polar de la estepa rusa, capituló y se transformó –contra los deseos de Hitler– en el primer mariscal del ejército alemán que firmaba una rendición.

Unos 11000 soldados alemanes no acataron a von Paulus y siguieron luchando hasta el final, pero a principios de marzo los soviéticos acabaron con los últimos reductos de resistencia en los sótanos y túneles.

La mayor batalla de la Segunda Guerra mundial había terminado. Y su resultado marcó también el principio de la derrota definitiva del Reich.

El final del mariscal

Von Paulus no había muerto durante la batalla ni tampoco se había suicidado, paro estuvo a punto de caer bajo las balas enemigas después de la rendición.

El joven soldado Konstantin Dudanov fue testigo del hecho y lo relató así:

“Yo estaba de casualidad en la Plaza Roja de Stalingrado cuando, después de rendirse en el sótano de una tienda, von Paulus era llevado hacia un auto de nuestro Ejército. Mientras el mariscal estaba ya en el auto, con mis compañeros vimos venir a un sargento con tres ametralladoras alemanas, que cargaba al hombro. Subió al coche y cuando vio a von Paulus adentro dijo:

‘¡Ah, el general que mató a tanta gente, sentado en el auto como si nada hubiera pasado!’

“Así que cargó una ametralladora y le apuntó. Von Paulus abrió la boca y quedó blanco como el papel. Porque en una milésima de segundo podría no haber habido más mariscal. Pero de repente surgió un teniente y le quitó la ametralladora. Cerró la puerta del coche y le gritó al conductor:

‘¡Movete por el amor de Dios, o lo van a matar acá!’”.

Unos 11000 soldados alemanes no acataron a von Paulus y siguieron luchando hasta el final, pero a principios de marzo los soviéticos acabaron con los últimos reductos de resistencia en los sótanos y túneles (Laski Diffusion/Getty Images)
Unos 11000 soldados alemanes no acataron a von Paulus y siguieron luchando hasta el final, pero a principios de marzo los soviéticos acabaron con los últimos reductos de resistencia en los sótanos y túneles (Laski Diffusion/Getty Images)

El mariscal Friedrich von Paulus fue a parar a un campo de prisioneros. Luego de la guerra participó en los Juicios de Nuremberg como testigo contra sus pares, por lo que fue calificado de “traidor”.

Murió en 1957 en algún lugar de Alemania Oriental.

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