
«Una historia dolorosa», los boxeadores afganos exiliados en Serbia

Subirse al cuadrilátero nunca resultó fácil y menos aún hacerlo en una zona de guerra. Pero en la actualidad el boxeador afgano Hasib Malikzada se enfrenta a su rival más imprevisible, la incertidumbre de una vida en busca de asilo lejos de su hogar.
El campeón del peso ligero de Afganistán se halla en una situación de bloqueo junto a una decena de compatriotas en Serbia, rechazando regresar después de haber participado el mes pasado en Belgrado en los campeonatos del mundo amateurs de la Federación Internacional de Boxeo (AIBA).
Desde su llegada al país balcánico los once púgiles de la selección nacional afgana, acompañados de dos responsables, van de hotel en hotel y de vez en cuando encuentran un gimnasio en el que entrenarse. Pero Serbia parece un oasis de tranquilidad en comparación con lo que han vivido los últimos tiempos.
«Cuando llegaron los talibanes (…) dejamos de poder practicar el boxeo», cuenta a la AFP Malikzada, de 19 años, en un hotel de la periferia de Belgrado. Poco después de la caída en agosto del gobierno apoyado por Estados Unidos, su gimnasio en Kabul cerró sus puertas, prosigue.
El joven deportista afirma que la vida en Afganistán se hizo insostenible.
Teme incluso que se tomen represalias contra su familia por sus relaciones con el gobierno precedente. Explica asimismo que sus hermanos participaron en un breve intento de resistencia contra los talibanes en el valle de Panshir, al noreste de Kabul, junto a soldados del gobierno depuesto y de milicianos. «Si los talibanes nos encuentran nos matarán».
Según las estimaciones, cientos de miles de Afganos huyeron los últimos meses de la persecución y de la ruina económica derivada de las sanciones internacionales y de una crisis bancaria que agravan una pobreza ya endémica. Y que se unen a las olas de migrantes que han acompañado a los conflictos las décadas anteriores.
– Escapatoria del estrés –
Para Malikzada y sus compañeros, el boxeo era un refugio durante las horas más negras, las oleadas de atentados suicidas, la criminalidad omnipresente y las amenazas de secuestros.
El gimnasio era el lugar en el que la violencia estaba enmarcada, con rounds, categorías de pesos, reglas, protectores. La amistad surgió entre el grupo de púgiles.
«El boxeo renueva el espíritu, el cuerpo y también la salud», explica el peso pesado Tawfiqullah Sulaimani, de 20 años.
Después de la toma de poder por los talibanes, el equipo siguió entrenándose en secreto. Para llegar a Belgrado, los boxeadores partieron separadamente a través de la frontera con Irán para no llamar la atención, y después lograron en Teherán visados para Serbia.
Luego de cuatro días de viaje sin dormir, llegaron justo a tiempo para participar en los campeonatos en los que lograron «buenos resultados» a pesar del estrés. «No habíamos dormido pero realizamos buenas actuaciones cada día», señala Waheedullah Hameedi, de 24 años, secretario general de la Federación Afgana de boxeo.
Sobre él reposa buena parte del futuro de los deportistas. Mientras sus compañeros se entrenan se afana en enviar mensajes a sus contactos por todo el mundo con la esperanza de que alguien pueda ayudarlos.
También sufrió de cerca la brutalidad de los talibanes. En 2019 asesinaron a su padre, también responsable de boxeo, por haber admitido a boxeadoras, cuenta su hijo a la AFP.
– ‘Advertencias’ –
«Recibí muchas advertencias», confiesa, añadiendo que su entorno le aconsejó que no regresase.
Guarda con discreción los planes del equipo para no perjudicar sus proyectos de asilo.
Durante su primer reinado, en los años 1990, los talibanes prohibieron el boxeo por «ir en contra de la dignidad humana».
Actualmente no han tomado una decisión oficial sobre el futuro de ese deporte pero han buscado promover otros, como el críquet.
A pesar de todo, decenas de deportistas afganos huyeron al extranjero, como mujeres futbolistas o jugadoras de básket, suscitando la ira de los talibanes.
«Espero que todos los jefes de federaciones aún en el extranjero regresen a su país y vivan con nosotros», dijo recientemente desde Kabul Nazar Mohammad Motmaeen, el responsable de deportes nombrado por los talibanes. «El honor de todo deportista reside en su propio país».
En el lejano exilio la vida no es fácil, reconoce Hameedi. «Es una historia dolorosa, nadie quiere dejar su madre patria».
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