En Londres, el ómicron lleva a muchos a recibir vacuna de refuerzo antes de Navidad

En el centro de vacunación de Hammersmith, en el oeste de la capital británica, la nueva variante ómicron del coronavirus y sus incertidumbres motivan a los londinense a ponerse una inyección de refuerzo antes de Navidad.

En la cola frente a este edificio de ladrillos rojos, Serafina Cuomo, una profesora universitaria en la cincuentena, va el viernes a recibir su tercera dosis.

«Es más seguro», dice con acento italiano, expresando la esperanza de que la nueva variante, de la que solo se han registrado unas docenas de casos en el Reino Unido, no le impida pasar las vacaciones navideñas con su familia.

Dice «no estar especialmente preocupada» por contagiarse, sino más bien por las consecuencias que la nueva cepa pada tener en «las actividades normales, los desplazamientos».

Unos metros más adelante, Lotfi Ladjemi, de 42 años, que trabaja en las finanzas, afirma haber pedido cita «a la primera oportunidad».

«Es muy importante que todo el mundo se vacune» y se ponga el refuerzo «sobre todo» con la aparición del ómicron, insiste, aunque reconoce que los datos sobre esta mutación, de consecuencias aún poco conocidas, «parecen un poco contradictorios».

«Nadie parece entender si la vacuna es eficaz contra ella o no», lamenta.

– Recargar la batería –

El concejal laborista Ben Coleman, del distrito de londinense de Hammersmith y Fulham, que proporciona los locales, afirma que la asistencia se ha disparado desde la aparición de la variante: «un aumento del 58% en las dosis de refuerzo la semana pasada».

Ante la nueva cepa, en un país duramente golpeado con más de 145.000 muertes, el gobierno de Boris Johnson ha acelerado la campaña de vacunación y se ha fijado el objetivo de ofrecer una dosis de refuerzo a todos los mayores de 18 años para finales de enero.

A nivel local, «tenemos las vacunas, el problema es encontrar la gente para poner las inyecciones», explica Coleman.

Queda también mucho trabajo de pedagogía por hacer, afirma. «Mucha gente no entiende que después de dos dosis de la vacuna, es como una batería, se debilita y hay que recargarla», explica.

En la sala de espera, entre las luces blancas de los neones y el olor a desinfectante, todo el mundo se desplaza de una silla a otra en un extraño movimiento a medida que se acercan al lugar de la inyección.

– Las «marcas» del virus –

Tras recibir el pinchazo hay que tener un poco más de paciencia antes de poder salir del recinto, el tiempo que se necesita para controlar la posible aparición de efectos indeseables.

«¡Ya tenemos nuestra vacuna de refuerzo, los dos!», se exclama Tasos Tsielepis, de 76 años, acompañado por su esposa Celine, preocupada por la variante.

«Da miedo, ¿verdad? Esperamos que todo el mundo tenga su tercera dosis», dice.

Su marido recuerda: «tuve el covid» al principio de la pandemia y «pasé una semana en el hospital». «No se lo desearía a nadie… fue horrible», afirma el anciano.

El virus deja «su huella», «la enfermedad se va pero te deja cansado, te sientes diferente durante mucho tiempo», explica.

En su opinión, «nadie tiene ahora confianza porque nadie sabe lo que vendrá después de la variante ómicron», así que «esperamos y rezamos para que todo vaya bien».

Al salir del centro de vacunación, Roberto Ricci, que trabaja en la informática, se va con un sentimiento de deber cumplido.

«Con la variante ómicron, es esencial proteger a los demás y mantenerse sano», dice aludiendo a un «deber cívico».

Si bien «todavía sabemos poco» sobre esta variante, «al cabo de un tiempo, el efecto de la vacuna se debilita, por lo que al cabo de unos meses es bueno hacer un refuerzo», añade.

«También está la familia, para todos, es importante».

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