Los habitantes del noreste de Turquía añoran las relaciones con Armenia

Frente a la pequeña estación de basalto negro de Akyaka, última parada antes de Armenia, las vías están abandonadas a los pájaros y los perros callejeros desde hace casi 30 años.

En este rincón del extremo noreste de Turquía, rodeado de montañas nevadas, a 10 kilómetros de la frontera con Armenia, la reanudación de los contactos oficiales entre Ankara y Ereván prevista el viernes en Moscú da muchas esperanzas.

«Desde que se cerró la frontera en 1993, nuestra región ha sido el punto ciego del país, encerrado por todos lados», dice Engin Yildirim, director de la asociación de comerciantes de Akyaka.

«La frontera es nuestra única puerta hacia el mundo exterior», agrega.

Dos años después de la independencia armenia, en 1991, la frontera se cerró a causa del conflicto de Nagorno Karabaj entre Armenia y Azerbaiyán, aliado de Turquía.

Desde entonces se suspendió el tráfico fronterizo, la región se quedó como dormida y los habitantes comenzaron a irse.

Armenia y Azerbaiyán pertenecían a la antigua Unión Soviética.

– Que vuelva el comercio –

«En 1991, la gente se apresuró a cruzar la frontera para conocerse. Durante dos años hubo una gran animación», recuerda Vedat Akçayoz, historiador local.

La solución del conflicto de Nagorno Karabaj tras la guerra de 2020 terminó con el último obstáculo y da una nueva esperanza, agrega.

«El gobierno está a favor de la reapertura y creo que Armenia también», dice por su lado Yildirim.

«No tenemos ningún problema con los armenios, ni ellos con nosotros», dice este hombre de 40 años.

Tras el nombramiento de los emisarios -Serdar Kilic por Turquía y Ruben Rubinyan por Armenia-, Ereván anunció a finales de diciembre el levantamiento del embargo comercial a los productos turcos, impuesto en 2020 durante la guerra.

«Hacíamos buenos negocios con los armenios», recuerda Husseyin Kanik un comerciante de Kars, la capital regional, a 50 km de Akyaka.

«Algunos hablaban muy bien turco, sin acento», dice Kanik, que sueña con los tiempos de antaño, cuando los «armenios traían pieles y samovares y se llevaban producto turcos».

En su hotel, un edificio construido por millonarios rusos en 1896, Gaffa Demir espera la afluencia de turistas.

«Tenemos una carretera, una vía férrea y ¡ninguna relación con los armenios!», se queja Demir.

«Es hora que vivamos en paz», opina Vedat Akçayoz, al recordar la dimensión multicultural de la región, donde conviven turcos, armenios, georgianos, azeríes, kurdos y otras minorías.

– 1915 –

Nadie menciona el punto negro de las relaciones turco-armenias, el genocidio de más de un millón de civiles armenios en 1915, que Ankara se niega a reconocer, alegando «matanzas en ambos bandos».

Un monumento construido en la carretera entre Kars y Akyaka sólo saluda la memoria de las «víctimas turcas».

El propio gobierno armenio propuso dejar «1915» fuera de las discusiones que comienzan el viernes.

«Durante la Guerra Fría, nos inculcaron la hostilidad hacia los armenios. Para los habitantes de Kars, ‘armenio’ era un insulto», recuerda el exalcalde de la ciudad, Naif Alibeyoglu, favorable a un acercamiento con Armenia a mediados de la década de 2000.

«Puede que haya elementos fanáticos, pero no hay animosidad entre la gente», afirma.

«Somos muy parecidos, nos reímos y lloramos por las mismas cosas. Hemos vivido juntos durante mil años aquí», dice su hermano, Alican Alibeyoglu, fundador del canal de televisión local Serhat TV.

«La hoja de ruta está trazada, estoy seguro de que la fecha de reapertura de la frontera ya está fijada», dice convencido y entusiasmado.

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